ESPAÑA.- Los radioaficionados del grupo Remer en Valladolid, que colaboran de forma estrecha con los servicios de Protección Civil, desempeñan una labor callada que supone todo un «seguro de comunicación»
En un mundo en el que las nuevas tecnologías se quedan totalmente obsoletas de un día para otro, en el que los coches ya empiezan a conducir solos, en el que la Inteligencia Artificial amenaza con tomar decisiones por nosotros a medio-largo plazo e incluso dejarnos sin trabajo y en el que puedes contactar con alguien de Cuba o de Australia en cuestión de segundos, resulta interesante recordar que tampoco está nada mal la posibilidad de retroceder en el caso de que ese sistema teóricamente ideal, constituido por un engranaje ‘perfecto’ 100 por 100 digital, falle de forma estrepitosa con el colapso generalizado y el derrumbe que eso puede entrañar. Solo así puede explicarse la importancia de los radioaficionados, concretamente de Remer, la Red Nacional de Radio de Emergencia, en el caso de que un día todo esto se caiga y haya que tirar de algo tan rudimentario como las ondas radiofónicas. «Somos un seguro de comunicación», comenta un miembro de esta asociación de voluntarios que lleva 30 años prestando este servicio y que prefiere ampararse en el anonimato «por razones de seguridad».
Este, al igual que otros cinco compañeros -son 25 en Valladolid, 26 en breve, y 3.100 en toda España- fue condecorado recientemente por su labor desinteresada como apoyo a otras redes de comunicación que utilizan los servicios de Emergencias o Protección Civil.
Luis Fernández -47T031 es su ‘nombre de guerra’- lleva en Remer 22 años. Profesor de Secundaria (Lengua, Literatura y Latín), empezó como radioaficionado con ocho años pues sus padres lo eran («Es como si te haces del Barça porque ellos lo son»). «Tengo 55, así que calcula…». Tras subrayar que era la red social por aquel entonces, comenta que lo que más le atraía, y es lo que puede convencer a los jóvenes para que se metan en este mundillo, es que ellos mismos se pueden montar sus propios equipos. Le brillan los ojos al recordar su infantil ‘estación Cometa’ y también cuando dio el paso para ayudar a los demás cuando le convencieron unos amigos de Remer. Y, cómo no, en aquella crecida del Pisuerga en marzo de 2001 (posteriormente, en Simancas, en 2013) cuando puso su granito de arena para evitar el caos en la ciudad. También se siente muy orgulloso de la labor desempeñada durante la crisis de ‘el efecto 2000’, que pudo haber provocado una caída general de los equipos electrónicos.
Distinto recuerdo tiene Francisco Javier Gallardo -Oscar 1-, coordinador provincial desde hace tres años y medio y conductor de carretillas elevadoras. Fue una colaboración con sus colegas de Zamora, en Sanabria. «Como se suele perder gente por la zona del lago y no hay cobertura telefónica, buscamos una ubicación para instalar un repetidor de radio a fin de informar a los montañeros de cuándo se había encontrado a una persona para que se replegaran», comenta este voluntario.
Con bastante emoción rememora cómo su amor por todo lo relacionado con este mundillo comenzó con 12 años: «¡Me fascinaba ver los coches con esas antenas! Luego mirabas por dentro y… Con 13 añitos ya tuve la primera emisora de Onda Ciudadana, me ayudó a montarla mi padre y así empecé. Ahí hice muchas amistades».
Apunta divertido Luis que hacían «verticaladas», lo que para el resto de los mortales se denominan quedadas. Hasta había la ‘caza del zorro’: «Uno transmitía por la emisora, intentábamos localizarle a través de triangulaciones «hasta que dábamos con él». ¿Cómo se aburrían, no? Y se ríen. Y ya en 2004 se sacó el primer indicativo e ingresó en Remer dos años después.
¿Y qué hay del relevo? Porque el daño que causan Internet y Whatsapp es considerable. La cifra de altas de radioaficionados va cayendo. Y es que no se puede competir contra una videoconsola en la que un chaval de Las Delicias está acabando con una horda de zombis junto a otro de Madrid. «¿Pero y la satisfacción de llegar a otros sitios con una antena y una emisora?», se pregunta Luis.
El responsable de todos ellos, Rubén Sande, jefe de unidad de Protección Civil de la Delegación del Gobierno en Castilla y León, lo tiene claro: «Desempeñan una labor callada porque poca gente les conoce y es una labor muy técnica porque todos ellos conocen perfectamente los equipos con los que trabajan, así como las frecuencias, cómo comunicarse y, sobre todo, la labor social que hacen que, hoy en día, hay que ponerlo en valor».
Precisamente por eso se va formando continuamente este grupo, en puntos sensibles de la ciudad de Valladolid, por ejemplo (como hospitales), y otros. También colaboraciones con la concentración motera Motauros y con la Base Aérea de Villanubla, así como visitas especializadas en el ámbito de las comunicaciones de la Unidad Militar de Emergencias en León.
El espíritu colaborativo de estos hombres y mujeres dispuestos a dar su tiempo no tiene límites. Siempre buscan mejorar. Y siempre hay una vieja reivindicación: un repetidor en Peñafiel.